Al entrar en el Museo de Historia de la Ciencia de Florencia, en una de las primeras vitrinas, se ven los huesecillos de un dedo que apunta al cielo. Es el dedo de Galileo, y seguramente una de los elementos más extraños y recordables de la exposición, más incluso que los instrumentos que usó el propio astrónomo italiano.
Por la razón que sea, ver cuerpos, enteros o fragmentados, por fuera o por dentro, de famosos o no, tiene un cierto atractivo y se podría decir que existe un cierto turismo anatómico, unido de alguna manera al turismo oscuro del que ya hemos hablado en Nautilia.
El mayor ejemplo del éxito de este turismo es la gran cantidad de gente que va a la exposición ahora llamada 'Bodies' (antes, 'Body Worlds', gestionada por el misterioso Gunther von Hagens). Los técnicos han aplicado una técnica llamada 'plastination' o 'polimer preservation', que permite que los tejidos se puedan tener al aire libre sin que se corrompan y que, además, sean flexibles y se puedan modelar, de manera que se pueda conseguir una visión interna de la anatomía.
Etapa religiosa
La de 'Bodies' es una técnica y un movimiento muy modernos. La primera fase, la más antigua, de este turismo, en una mezcla de ciencia y religión, es la de la visita a las reliquias de los santos. Muchas personas recorrían (y recorren) muchos kilómetros para ver algunos restos humanos, como huesos, brazos incorruptos y otras partes del cuerpo mejor o peor conservadas, que se muestran en iglesias y lugares de culto. Sin embargo, estas visitas no tenían una finalidad morbosa ni se acumulaban muchas muestras en el mismo recinto. El paso a esto último se da en el etapa científica del turismo anatómico.
Etapa científica
Cuando la razón inicia las disputas con la religión, en el Renacimiento, el turismo anatómico da un paso adelante. A finales del siglo XVI, la Universidad de Padua (Italia, foto superior) empezó a atraer a estudiantes, dibujantes y turistas a su 'teatro anatomico'. Se trataba del primer espacio del mundo en el médicos y profesores hacían públicamente disecciones de cuerpos, con el objetivo de estudiar la anatomía. Este espacio consistía en una mesa de operaciones rodeada de gradas. Muy pronto, otras universidades europeas instalaron 'teatros' similares y algunos de ellos han perdurado hasta el día de hoy (no están en activo) y se pueden visitar: este de Padua, el de Bolonia, uno en Londres, otro en Barcelona (en el antiguo Col·legi de Cirurgia, actual Reial Col·legi de Medicina de Catalunya).
Poco después, los precursores de 'Bodies', entre los siglos XVIII y XIX, comenzaron a perfeccionar otros técnicas que permitían una mejor y más higiénica aproximación a la anatomía. Por un lado, desarrollaron técnicas de conservación (disecación, sumergir elementos en formol). Por otro, hicieron figuras de cera copiando los elementos diseccionados. Una gran colección de estas figuras se puede visitar en la actualidad en Florencia, en la sección L'Specola del Museo de Historia Natural de la Universidad de Florencia.
Museo de los horrores
Sin embargo, los botes de formol y las figuras de cera tenían un objetivo educativo y no se solían exhibir. Pero algunos cirujanos y médicos pensaron que, además del componente didáctico, ahí también había una forma extraña de coleccionismo. Así nacieron unas colecciones que acumularon una gran cantidad de partes del cuerpo humano, en las versiones normal y afectada por alguna enfermedad o infección.
Una de las más interesantes y accesibles es la que tiene el Real Colegio de Cirujanos de Londres, en el Hunterian Museum (en la foto), que muestra gran parte de la colección de John Hunter, una médico inglés del siglo XVIII. Hunter acumuló durante su vida un montón de especímenes anatómico, que el estado británico compró tras su muerte para crear el museo actual.
Este museo, igual que el Mutter Museum de Filadelfia (EEUU), es fascinante y terrorífico a partes iguales, y reúne una colección de rarezas médicas en un ambiente saturado y un poco misterioso a veces. Instrumentos médicos antiguos, esqueletos, dientes y otros cosas menos nombrables. Un lugar ideal, como decía una guía, para crear Frankensteins. En el de Londres, se tiene que ver especialmente la colección de dientes, algunos de los cuales se recogieron en el campo de batalla de Waterloo. En el de Filadelfia, destacan los cajones que guardan ordenadamente todo lo que extrajo de gargantas y conductos próximos de personas.
Para dar una muestra de como se forjaron esta colecciones, una historia extraña. En el centro de una sala del museo Hunterian, hay un esqueleto muy grande: es el 'Gigante Irlandés', que perteneció a un hombre aquejado de gigantismo del mediados del s. XVIII, que vivía que exhibirse en ferias. Sabía el 'Gigante' que muchos anatomistas querrían su cuerpo tras su muerte para añadirlo a sus colecciones. Él no quería acabar así y consiguió ahorrar 500 libras, que dio a un enterrador para que cuando muriera, lanzara su ataúd al mar. Pero John Hunter entregó otras 500 libras al enterrador para que le trajera el cuerpo y no lo tirara al mar.
Fotos tomadas de las páginas de la Universidad de Padua y del Hunterian Museum.
No hay comentarios :
Publicar un comentario